domingo, 2 de diciembre de 2007

EL PUNTO DE PARTIDA II

Amanece… Despunta el alba… La Naturaleza está desperezándose… Con el despertar del sol, toda forma viviente se pone en movimiento. Los pájaros revoletean en unos cielos despejados donde no hay fronteras ni rutas que delimiten su volar. Aletean, se dejan caer en picado y se elevan de nuevo, trazando formaciones acrobáticas y jugueteando en el espacio abierto, sin chocarse unos con otros. Se dejan llevar por auténticas cartas de navegación que llevan incorporadas. Son libres, se sienten libres y su vuelo es un canto a la libertad; todos cantan al unísono. Todos deben y tienen que expresar para lo que fueron creados. Se sienten dichosos y contagian su alegría; fueron diseñados para cantar y volar…

Observo delante de mi estancia, cómo las plantas de las jardineras que cuelgan de los balcones, se estiran para librarse del entumecimiento. Cada flor comienza a abrirse, buscando el sol y dejando que su luz penetre en sus entrañas. Nos ofrecen su hermosura con tanta generosidad que es un auténtico placer para la vista y olfato. Que hermosa lección de dadivosidad y desprendimiento nos enseña continua e insistentemente la naturaleza. Y yo me pregunto: ¿Por qué se toma tanta paciencia en mostrarnos su genuina obra de arte, y en darnos desinteresadamente todo aquello que produce la tierra? ¡Qué labrador tan humilde! ¿Para quién dedicará todo su tiempo? Cada estación, tan única y peculiar avanzando gradualmente, sin que nos demos cuenta hasta que ya está con nosotros. ¿Quién será el depositario de tanta misericordia?

La actividad va cobrando vida en la ciudad donde el tráfico se hace insoportable. ¿Hacia dónde nos está llevando la sociedad de consumo instalada en el desenfreno sin control? No nos damos cuenta que no podemos consumir todo aquello que producimos a marchas forzadas No podemos digerir de forma natural todo aquello que generamos con nuestro esfuerzo y dedicación.

El asfalto está tan presente en nuestro deambular de un lado para otro, perdidos entre la masa callejera, sin rumbo fijo. Algunos seres con la mirada perdida. Otros hablando solos, consigo mismo. Los hay que pasan los semáforos sin mirar. Y si viene un coche. ¡Qué más da!

¿Hacia dónde vamos los seres humanos en nuestro cotidiano ajetreo? Nos hemos preguntado alguna vez si tiene sentido la vida que transcurre, día tras día, haciendo las mismas cosas, viendo a las mismas personas en la parada del autobús, cogiendo el mismo asiento, mirándonos unos a otros sin querer dar el primer paso, para comentar: ¿Qué tal te va, llevamos años viéndonos en el mismo lugar, y todavía no se tu nombre? Parecemos espectros deambulando en un ir y venir de dos a cuatro veces al día. Sin embargo pasamos de largo, cada uno a lo suyo, adoptando las mismas poses, mirando los mismos rótulos, viendo cómo suben al autobús las mismas personas de cada día. ¿Qué rutina? ¿Qué monotonía? Y de vez en cuando ves un cartel publicitario que dice: ¡Sonríe! ¡Sé feliz!

Ha llegado el momento de iniciar el viaje… No se lo que me deparará el destino… Pero tengo confianza, una fuerza interior me empuja a escudriñar por todos los rincones de este maravilloso universo.

Estoy sediento… Me empuja la sed… Comienza el viaje virtual… Hacia dónde… No lo se, ya lo averiguaré…
F.G.M.

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